La escuela es un lugar lleno de conocimiento y aprendizaje, en la que los alumnos practican a diario habilidades tanto académicas como sociales. Tradicionalmente las escuelas se han concentrado en la parte académica, apegándose a datos e información que los alumnos adquieren y memorizan. Pero no todo el conocimiento está en los libros y cuadernos de apuntes, alrededor de cualquier enseñanza podemos agregar actividades extracurriculares que lleven a los niños a un mejor desarrollo.
Una excelente opción para añadir al salón de clases son actividades pedagógicas que no necesariamente se relacionan con el temario, prácticas artísticas y lúdicas pueden ser útiles para nuestros alumnos. El ajedrez, por ejemplo, es un juego que tiene muchas ventajas, tanto cognitivas como sociales.
El ajedrez ha sido largamente asociado a la inteligencia matemática y a habilidades cognitivas destacadas, por lo que en ocasiones se tiene una visión de aquellos que juegan ajedrez como “muy inteligentes”. Afortunadamente para jugar ajedrez no es necesario poseer un coeficiente intelectual muy destacado, sino conocer las reglas y practicar, adicionalmente nos dará muchas otras habilidades que no necesariamente son propias de genios superdotados.
Aunque es verdad que entre los ajedrecistas de talla mundial abundan los de un cociente intelectual alto, también es verdad que las habilidades necesarias para jugar al ajedrez no implican una inteligencia fuera de lo normal. Sin embargo, el practicarlo constantemente nos puede ayudar (y mucho más a nuestros alumnos) a desarrollar algunas capacidades necesarias en el día a día y que se practican durante una partida común y corriente de ajedrez.
Jugar ajedrez requiere de mucha concentración y paciencia, una vez aprendidas las reglas nos puede ayudar ser buenos para reconocer patrones, conocer el tablero perfectamente y memorizar las piezas, pero también, al practicar constantemente, desarrollaremos paciencia y observación, para estar atentos a los movimientos de nuestro contrincante, por otro lado, implica mucha regulación, tanto mental como emocional, para lograr que nuestros movimientos no sean impulsivos. Esto necesariamente tendrá un impacto en la vida de los alumnos que poco a poco tendrán una conducta mucho más regulada y tranquila, serán más pacientes y analíticos.
Jugar ajedrez también nos puede ayudar a desarrollar un mejor sentido de la espacialidad, al detectar la trayectoria que debe llevar una pieza o las posibilidades de éstas sobre el tablero podremos ayudar a los alumnos a orientarse mejor y se relacionarán mejor con su medio ambiente.
Adicionalmente y más allá de las habilidades lógico-matemáticas que nos puede dar el ajedrez (con su plano cartesiano y necesidad de análisis) está la habilidad de resolver problemas.
Sorprendentemente algunos estudios han revelado que en el ajedrez no solo se utiliza el cerebro de forma lógica, también se activan las partes relacionadas a la creatividad, lo cual es muy útil para resolver problemas, para “pensar fuera de la caja”, algo necesario en todas las profesiones y situaciones diarias, para conseguir innovar al enfrentarnos a cualquier desafío.
No es que los jugadores de ajedrez sean adivinos, sino que desarrollan la capacidad de prever qué consecuencias traerá cada una de sus acciones, tanto a corto, como a largo plazo, algo necesario en la creación de estrategias para ganar una partida.
Todas estas habilidades presentes en las partidas de ajedrez ayudarán a tus alumnos tanto en su vida social, como académica. ¿Has jugado ajedrez en el salón de clases? ¿Te gustaría incentivar estas prácticas con tus alumnos?