Recientemente fue noticia que una escuela ubicada en Georgia, Estados Unidos, al inicio del ciclo escolar, escribió a los padres de sus alumnos para preguntarles si autorizaban el uso de castigos corporales en sus hijos, sorprendentemente, al menos una tercera parte de los padres respondieron de forma afirmativa. En Estados Unidos, la mayor parte de los estados han prohibido esta práctica y en general es algo que se da con menos frecuencia, pero no es algo que haya desaparecido de ninguna manera. Gracias a la tecnología, muchos casos de violencia física han sido denunciados en todo el mundo, aunque también se sabe que se trata de un arma de doble filo, pues vulnera y limita a los maestros.
A lo largo de los años se ha probado que ninguna clase de castigo corporal funciona para disciplinar a los niños y además puede ser realmente contraproducente. Por lo que se han tomado otras medidas con la idea de transmitir a los niños la importancia de cumplir las reglas, muchas de ellas tampoco son muy funcionales y también pueden traer consecuencias negativas. Entonces ¿cuál es la forma de transmitir disciplina y enseñar que existen consecuencias a nuestros actos?
Suspender a los alumnos
A falta de castigos de tipo corporal, se ha optado por suspender a los niños cuando incumplen una regla e incluso expulsarlos cuando la falta es grave, pero esto tampoco es realmente útil y puede provocar que los alumnos pierdan el entusiasmo de ir a la escuela, pues transmite el mensaje de que no son bienvenidos en la institución, en muchos casos cumple la función contraria y aleja a los niños de las instituciones educativas, sin demostrar ningún punto.
Refuerzo negativo
En los años 70 Ivaar Lovaas, un médico conductual, probaba terapias que se basaban en la aplicación de correctivos corporales en niños para desincentivar conductas en ellos, con el tiempo los resultados de su trabajo probaron ser negativos e inútiles, pues provocaban miedo, pero no aprendizaje. Es ideal que la escuela sea un ambiente positivo y amable, está probado que el cerebro aprende mejor cuando se involucra el placer, mientras que emociones como el miedo o el estrés lo bloquean, pues lo ponen en modo supervivencia. Por otro lado, los castigos corporales debilitan la autoestima e inducen a la violencia, así que no, está no parece la mejor solución.
Justicia restaurativa
Esta discusión es complicada, pues, aunque es importante respetar los derechos de todos, también es importante enseñarle a los alumnos que sus actos tienen consecuencias. Sin soluciones definitivas, las escuelas han probado diversas opciones. En cualquier caso, lo más importante es que los niños, más que obtener un correctivo, comprendan por qué lo que hicieron estuvo mal, buscar que ellos mismos reparen su error, se disculpen y realicen algún servicio a la comunidad es más significativo que permanecer castigados.
En algunas escuelas comienza a practicarse este tipo de justicia, en la que se le da la oportunidad a quien incurre en alguna falta de explicarse y ser escuchado, esta perspectiva sugiere que en toda falta existe un afectado, directa o indirectamente, pues la comunidad escolar pierde cuando se incumplen las reglas o se agrede a alguien, por lo que el “culpable” deberá escuchar también cuáles fueron los efectos de sus acciones. De esa forma se le muestra a todas las partes cuáles han sido las consecuencias de sus actos y por qué ha estado mal lo que ha hecho. Finalmente, en lugar de imponer un castigo, se busca que se repare el error en la medida de lo posible o se realice algún acto que beneficie a todos. Esta medida ha probado ser efectiva para prevenir casos de bullying e incluso ha disminuido casos de suspensión o expulsión.
¿Crees que podrías aplicarla en tu entorno escolar?