Ser docente mientras se es padre o madre también es todo un reto. Encontrar tiempo y balance entre la escuela y el hogar puede resultar complicado, a lo cual se suman situaciones especiales que solo un docente se encuentra. Lo más probable, es que en algún momento del desarrollo escolar tendrás la oportunidad de encontrarte con tus propios hijos en la escuela e incluso en el aula.
Aunque esto representa una gran oportunidad para convivir con tus hijos e incluso formar parte de su proceso académico como ningún padre puede hacerlo, también implica diversos desafíos, pues tanto para el docente como para el pequeño puede ser complicado manejar la situación, ya que la convivencia en casa y en la escuela no es igual.
El simple hecho de estar en la misma escuela que nuestros hijos puede resultar no tan simple, ni para ellos ni para nosotros, pues implica tener cuidado en cierta situaciones, estar bajo la vigilancia de compañeros, alumnos y padres de familia e incluso sentirnos demasiado preocupados por pequeños aspectos que otros padres no ven en la convivencia diaria de sus hijos. Tenerlos en el salón de clases multiplica esas dificultades, puede hacernos hipervigilantes de los más pequeños, estrictos con los mayores e incluso injustos con ellos.
Si tienes la oportunidad de elegirlo, piensa bien las posibilidades que esto ofrece. Habla con tu pequeño o con tu adolescente y lleguen a acuerdos, analicen los pros y los contras antes de tomar decisiones. Esta puede ser una gran experiencia para ambos, una oportunidad de crear lazos especiales, aunque también una fuente de estrés.
Una de las partes más difíciles de tener a nuestros hijos en la escuela o de darles clase es encontrar un balance. No podemos ser mucho más estrictos con nuestros pequeños que con el resto de los alumnos, ni dejar caer sobre ellos expectativas más altas de las normales, aunque tampoco podemos darles un trato distinto o perdonar sus faltas con frecuencia.
Esto puede representar un problema al inicio del ciclo, mientras nos acostumbramos a las expectativas que tenemos sobre el desempeño de nuestros hijos en el aula, de lo que creemos que deben saber y de cómo deben comportarse. Para ellos también puede representar problemas, pues podrían sentir que, dado que somos sus padres, recibirán beneficios especiales o sentirse demasiado presionados por comportarse de cierta manera.
Lo más importante es la comunicación. Hablar con nuestros hijos para que tanto ellos como nosotros expresemos nuestras preocupaciones al respecto de esta nueva etapa es importante, así como dejarles claro que no podrán tener beneficios ni consideraciones especiales, pero también darles espacio para que ellos nos hagan saber si de nuestra parte existe presión.
Si se encuentran en la adolescencia o se aproximan a ella esto puede resultar mucho más complejo, pues los jóvenes están en una etapa de transición en la que pueden sentirse incómodos o demasiado vigilados. Por ello establecer con ellos un código de lo que está bien y lo que no será muy útil, de ser posible darles la oportunidad de opinar sobre si les parece apropiado o no que se conviertan en alumno y maestro y sobre lo que ellos esperan de esa experiencia. La comunicación es muy importante.
Si se trata de alumnos pequeños entonces podrían relajarse demasiado en el salón de clases, pues se sentirán cómodos con sus padres, por ello también es necesario establecer con ellos un código sencillo con el que ambas partes establezca límites, pero que eviten evidenciar tanto al docente como al alumno.
Aunque esto en ocasiones no es posible, si tenemos la oportunidad es importante que separemos nuestro rol de padre del rol de docente. Si nuestro hijo se encuentra en la misma escuela pero no le damos clases lo mejor es mantener con su docente una dinámica similar a la de otros padres con su maestro, esperar a terminar las clases para hablar con ellos, si es posible que asista alguien más a sus reuniones y al menos durante ese curso evitar que se mezclen relaciones personales con su trabajo en la escuela, en el caso de que seamos amigos de sus maestros.
¿Le has dado clases a tus hijos alguna vez? ¿Cómo fue esa experiencia?