Desde hace un año el lugar de trabajo del docente ha cambiado por completo, de movernos con una bolsa o mochila enorme de casa a la escuela ahora solo navegamos al interior de nuestra casa entre la vida diaria y el trabajo, nuestros escritorios improvisados, el material de las clases y las listas de alumnos conviven entre la comida del día o la tarea de nuestros propios pequeños. Ya no es la mochila del docente o la sala de maestros, ahora es ese rincón que adaptamos para dar clases a la distancia.
¿Qué podemos encontrar en el escritorio de un docente que trabaja desde casa? ¿Reconoces estos objetos? ¿Cuáles agregarías tú?
Esto no cambia, no importa en donde estemos. Como docentes que corremos de un lado a otro, la prisa es algo que llevamos con nosotros y aunque también necesitamos café a gran escala no siempre recordamos en dónde lo dejamos o si nos lo terminamos después de servirlo. Así era cuando llegábamos a la escuela, así es ahora sobre nuestro escritorio, como docentes sabemos que terminaremos con un café frío al terminar la clase. El problema es cuando al explicar algo movemos las manos en un movimiento equivocado y tiramos todo encima de nuestros cuadernos. ¿Alguna vez te ha pasado?
Así sea en un cuaderno perfectamente organizado o en hojas sueltas que vamos doblando para tomar apuntes, nosotros tenemos junto al teclado un montón de anotaciones que nos ayudan a recordar qué tenemos pendiente y hasta las observaciones que hacemos a los alumnos durante las clases. El problema es que normalmente lo hacemos de lado, sin ver lo que escribimos o lo hacemos a gran velocidad y la letra que plasmamos no es un gran ejemplo de caligrafía. Así que si alguien pasa por nuestras notas no podrá entender qué es lo que queríamos decir. Y tal vez nosotros tampoco después de unos días.
Ese es nuestro vicio, no podemos negarlo. La papelería es nuestro placer culposo, pero no podemos evitar comprar esas plumas de colores o los plumones que pintan bonito, no podemos detenernos cuando vemos los lápices de colores o ante las hojas decoradas. Lo bueno es que usamos también mucho material y es normal que sobre nuestro escritorio se encuentren kilos de plumones, plumas, lápices, hojas de papel, recortes de cartón, cuadernos, material didáctico, y por ahí abajo nuestro celular.
Este es uno de los grandes males del trabajo a distancia, todo necesita un cable para cargar su batería en algún momento, así que tenemos la computadora, el cable del internet, el cargador del celular, si usamos alguna cámara o los accesorios como el ratón, el teclado, las bocinas, la cámara, una tableta o el micrófono. Esta combinación es un revoltijo de cables que a veces nos desesperan, pero también sabemos que son la fuente de energía para cumplir las metas de nuestra clase.
Como adultos nos gustaría tener novelas interesantes encima del escritorio para leer de vez en cuando, pero en realidad la literatura con la que contamos depende totalmente del grado en el que damos clases. Si somos de preescolar o primaria lo más probable es que tengamos libros infantiles, con canciones pegajosas, táctiles o para repasar las tablas del 1 al 10, si damos a adolescentes quizá necesitemos manuales para entender qué están diciendo o por qué tienen ese humor tan extraño y en todos los casos tenemos las guías didácticas, las planeaciones, los libros de texto del ciclo escolar y sus tareas impresas para que nos traduzcan su letra.
¿Cómo luce tu escritorio? Quizá eres del tipo ordenado que le gusta despejar todo para antes de trabajar, quizá eres más del tipo caótico. ¡Comparte con nosotros cómo se ve tu espacio en el día a día!