Se tiende a pensar que el machismo sólo existe como comportamientos agresivos, desigualdad y humillaciones contra la mujer. Sin embargo, también está presente en todo nuestro entorno y se nota, quizá de un modo más sutil, en nuestra habla cotidiana, señal de lo arraigado que está en nuestra cultura. Aquí ponemos algunos ejemplos y las ideas que perviven detrás de expresiones que parecen sencillas. ¡Desde el aula podemos generar un cambio!
La visión del hombre que ha perdurado por tanto tiempo no admite fisuras: un hombre sólo debe cumplir con “su deber” (lo que sea que esto signifique) y se le impide expresar emociones y sentimientos, pues sería admitir su vulnerabilidad, algo tan humano que no tendría por qué seguirse negando a los jóvenes hoy en día.
Se le dice por el igual al niño más débil o menos hábil para los deportes, que al que muestra interés por la cocina, el baile o actividades atribuidas comúnmente al sexo opuesto, y en cada ocasión, dicho como un insulto, como si el género femenino y nuestros prejuicios en torno a él significaran algún tipo de inferioridad implícita.