La verdad es que ser docente no es un traje que se use solo unas horas al día, se es docente todo el tiempo y no solamente en el interior de un salón de clases, sino que se lleva a la práctica en casa, en la calle, en las reuniones familiares, con los amigos, en todas partes, aunque no siempre a propósito.
Por ello es que seguramente has pasado por alguna situación incómoda en la que te salió lo maestro sin darte cuenta en momentos, quizá, inapropiados. ¿Reconoces algo de la lista? ¿Qué otro momento agregarías?
En la escuela es inevitable observar a los alumnos, no importa si vas por los pasillos, salones de clase o caminas por el patio, por lo que es común detectar niños que corren en áreas peligrosas, que se balancean en las sillas, que hablan demasiado fuerte o que hacen escándalo mientras alguna clase está en proceso. Algo que forma parte de la vida docente.
El problema es cuando repites esa conducta con niños o jóvenes… en lugares públicos. ¿Te ha pasado que regañas a los niños que corren en la plaza comercial? ¿O que le pides a alguien que se quite la gorra, deje el celular, hable más bajito simplemente porque vas pasando junto a esa persona?
Es verdad que una de las habilidades que se desarrollan en la profesión es el tono de voz. La voz es un distintivo de los docentes, uno que incluso recuerdan los alumnos cuando salen de la escuela. No se trata de gritar o levantar la voz, simplemente de una entonación especial que sirve para llamar al orden.
Y a veces esa voz aparece en momentos que nada tienen que ver con la escuela. ¿Por ejemplo? En una conversación con la pareja, en la cena familiar, con los amigos. Todos te voltean a ver con un poco de miedo en la mirada y tú te das cuenta de que algo pasó.
Otra característica de los docentes está en su mirada. Una forma sencilla para que los alumnos dejen de distraerse o detengan cierta conducta está en la mirada. Sí, hay una mirada que caracteriza a los maestros y que automáticamente obliga a alguien a dejar lo que está haciendo y a preguntarse qué ha hecho en los últimos minutos.
Esa mirada la usas en la escuela, pero no solamente se da en el aula. También te sale a veces en el súper, en la tienda, en la calle, y los cajeros, tus amigos y hasta tu pareja tienden a detener toda actividad solo porque volteaste a verlos para preguntarse si lo que estaban haciendo estaba bien.
Claro que ser maestro no se trata solamente de regaños y sanciones, al contrario, también se trata de animar a los alumnos, de reconocer su esfuerzo y el buen trabajo. Y para eso también hay una voz especial, una que usas para animar a tus alumnos, para felicitarlos o para hacerlos sentir orgullosos de su trabajo.
Claro que a veces esas expresiones te salen de forma inconsciente y sin que te des cuenta, por ejemplo, le has dicho cosas así a tu pareja o a tus amigos cuando cumplen alguna tarea o incluso si te ayudan con algo. Una sensación de extrañeza que también conlleva cierto orgullo. Solo falta la estrella en la frente.
Los conflictos en el salón de clases son algo relativamente común, pues es inevitable que en medio de la convivencia diaria se den algunos roces entre estudiantes. Por ello siempre tienes preparado un discurso en el que ambas partes deben disculparse, darse la mano y continuar como amigos, un protocolo que se sigue estrictamente entre alumnos.
¿Alguna vez has presenciado un conflicto afuera de la escuela y lo has resuelto exactamente con la misma estrategia? “Ahora, mírense a los ojos y pídanse disculpas. Muy bien, dense la mano.” Listo, una gran estrategia para resolver problemas.
¿En qué otros momentos de tu vida diaria te ha pasado que tu naturaleza de docente sale en momentos extraños?