De la mano de diagnósticos como el Trastorno de Espectro Autista o el Trastorno de Déficit de Atención muchas veces llegan también algunas comorbilidades, como se llama a condiciones paralelas que enfrentan algunos individuos. Un trastorno en el procesamiento sensorial o de integración sensorial es común en estas condiciones y puede ser un reto para algunos de nuestros alumnos. Aunque no es un diagnóstico aparte, si tiene ciertas características que, de conocerlas, tendremos la posibilidad de ayudar e integrar mejor a todos nuestros alumnos.
El procesamiento sensorial es la capacidad que tenemos para organizar y responder a los impulsos sensoriales del exterior, pero en algunos casos el cerebro tiene dificultades para filtrar y organizar esa información, por lo que se presentan problemas que no necesariamente se relacionan con el aprendizaje, pero sí pueden tener un gran impacto en el aula.
De esta forma, algunos pequeños con un desorden de procesamiento sensorial podrían ser hipersensibles a algunos estímulos e hiposensibles a otros, es decir, abrumarse al ser muy receptivos a algunos factores o buscar la estimulación al no recibir suficiente información sensorial. Muchos niños tendrán ambas necesidades, las cuales, además, pueden variar en diferentes días o incluso momentos del día, según el contexto en el que se encuentren. Y aunque esto puede parecer muy complejo de atender, el simple hecho de reconocer que existe esta situación nos puede ayudar a nosotros como docentes y a ellos como estudiantes a resolverlo, tanto en el aula como en su día a día.
Las implicaciones de un problema de integración sensorial pueden ser muy variadas. Algunos niños pueden abrumarse rápidamente por sonidos, luces o texturas, incluso si para nosotros no parecen demasiado intensos, pues su sensibilidad los hace receptivos a estímulos más sutiles. Así, por ejemplo, las luces de alógeno (comunes en algunos centros escolares) presentan un parpadeo continuo, aunque muy sutil, que acaba por molestar a muchos niños con autismo, mientras que sonidos como el de un ventilador, el bullicio de un cambio de actividad en el salón de clases, una ambulancia ocasional o el zumbido de un aparato eléctrico pueden resultar devastadores para alguien con esta condición.
También una exposición continua a algo incómodo resultará en crisis para algunos niños, como puede ser una etiqueta en la camiseta, una tela muy áspera, o ropa demasiado ajustada. Aunque muchos de estos factores no podemos controlarlos a voluntad si podemos pensar en adaptaciones o hacer observaciones que nos ayuden como docentes a prevenir crisis en el salón de clases o distracciones continuas que evitarán el aprendizaje, muchas de estas las podemos platicar con los padres para trabajar en equipo.
La hiposensibilidad, por el contrario, es cuando un niño busca la estimulación porque la información que recibe es poca, así que toca objetos continuamente, requiere que le toquen o que lo presionen, le gustan las cosas brillantes o la repetición de algunos sonidos. Adicionalmente podría presentar una tolerancia al dolor inusualmente alta o jugar demasiado rudo con sus compañeros, por no tener un referente de que esto causa dolor.
Una misma persona puede presentar tanto hipersensibilidad como hiposensibilidad, pero variar a lo largo del tiempo. Es normal que después de un día largo o estresante las sensibilidades sean mayores o que en un contexto seguro y tranquilo se sienta menos abrumado ante los estímulos. Por lo que en estos casos sí puede ocurrir que un alumno se pase el día en la escuela distraído o abrumado, pero al llegar a casa estar totalmente receptivo y tranquilo o viceversa, según el contexto y el nivel de estrés que maneje.
Aunque a simple vista pensar en tantos factores puede hacer complicada la atención a todos ellos es importante saber que simplemente a través de la observación, la escucha activa y la consideración hacia nuestros estudiantes podríamos resolver los problemas más comunes. Si nuestro alumno es verbal podemos directamente preguntarle cuáles son sus necesidades y si el mismo tiene problemas para identificarlas podemos trabajar juntos para encontrarlas. Algunas cuestiones se pueden resolver fácilmente, como reubicar un aparato eléctrico o poner papel celofán sobre las lámparas de la escuela, lo cual muchas veces reduce el parpadeo visible.
El uso de juguetes sensoriales y el denominado stimming o conductas que se llaman estereotipias pueden ser un factor importante para que estos alumnos se regulen sensorialmente por ellos mismos. Esto se refiere a conductas como el balanceo, girar en su silla, sacudir las manos o los brazos, repetir algún sonido, mover en sus manos algún objeto, tocar alguna textura específica, saltar o aplaudir, son pequeñas acciones que suelen ser útiles para estas situaciones. Aunque antes era común que se censuraran estas conductas, pues se pensaba que los distraían, ahora se sabe que, al contrario, les ayudan a concentrarse y regular los estímulos, como un filtro para la sobrecarga. Algunas pueden ser sutiles, como garabatear mientras se escucha la clase o presionar una pluma constantemente. Si algunas conductas distraen a otros de tus alumnos busca alternativas y dales oportunidad de apartarse para descargarse en algún momento del día.
Por ello tener a la mano algunos juguetes sensoriales puede ser útil, los llamados spinners, plastilina o laberintos de colores pueden ayudar en momentos difíciles. Cada persona tiene sus formas particulares de filtrar información sensorial, para algunos ponerse una mochila pesada en las piernas puede ser relajante, mientras que para otros saltar tendrá el mismo efecto. Al igual que con la hipersensibilidad, solo ellos pueden definir cuál es su mejor estrategia.
Permite, además, que se aparten cuando han llegado a un punto de sobrecarga sensorial. Para algunos estudiantes el punto máximo de estimulación puede derivar en crisis, que no son lo mismo que un berrinche, sino que se trata de un punto de sobrecarga tal que la propia persona pierde control sobre su reacción. Esto se expresa en gritos, llanto o pataleo, pero también en apagarse totalmente, por lo que parecen totalmente ausentes. Para prevenir estos momentos de crisis lo mejor es permitirles que se aparten si se sienten demasiado abrumados, dejar que tengan un momento para respirar a su modo, ya sea con algún juguete, una vuelta en el patio, un momento en silencio o con un descanso entre actividades.
Si el problema es el ruido prueba con audífonos o tapones para los oídos en momentos específicos del día, como los cambios de actividades o si se escuchan que se aproxima una ambulancia, por ejemplo, así como con lentes oscuros para evitar reflejos.
¿Alguna vez has tenido un alumno con dificutlades para el procesamiento sensorial? ¡Comparte con nosotros tus experiencias y estrategias!