El proceso de enseñanza no es sencillo, hay muchos factores que intervienen en el desarrollo de los alumnos y aunque el profesor haga todo lo que está a su alcance hay lugares en los que no tiene injerencia. Por ejemplo, que un estudiante haga la tarea que se deja para casa o que sea realmente él quien la realice está fuera del alcance del docente, pero si es posible hacer que esa tarea sea significativa para el propio alumno y motivarlo a llevarla a cabo.
Aunque la tarea puede ser una de las partes más comunes del proceso educativo, también puede ser una de las más complicadas. Por una parte está la necesidad de practicar y afianzar el aprendizaje en los alumnos, inculcar responsabilidad y disciplina, mientras por otra está la certeza de que los más jóvenes también necesitan tiempo para otras actividades, desde las labores propias de su edad hasta tiempo para jugar, divertirse y conocerse a si mismos.
Esto, sumado a la carga de trabajo que implica para los profesores dejar tarea y en ocasiones a la falta de interés por parte de los estudiantes para realizar esas actividades, puede disuadir a los profesores de dejarla.
En realidad, la clave no es dejar mucha o poca tarea, sino dejar ejercicios que realmente sean significativos para el tema que se enseña. Dejar tarea que interese a los alumnos, los ayude a aprender y que a la vez no implique una fuerte carga de trabajo para los docentes puede ser difícil de encontrar, aunque no imposible.
La clave está en dejar tareas que sean significativas para el aprendizaje, pero que no impliquen mucho tiempo para su realización. Ejercicios cortos, pero clave para el tema que se practica son suficientes, los cuales pueden revisarse durante la sesión para resolver dudas.
La tarea es una buena oportunidad para encontrar vínculos entre el temario escolar y la vida diaria, pues algo que preocupa constantemente a los estudiantes es la verdadera relación entre lo que aprenden en la escuela y lo que funciona en el mundo real. Y no siempre es sencillo responder esos cuestionamientos. Pero dejar ejercicios que tengan una relación con su vida diaria podría motivarlos a resolverla y a concentrarse mejor dentro del aula, desde problemas que se relacionen con cuestiones cotidianas hasta reflexiones que les ayuden a descubrir por qué es importante el contenido del temario serán de gran ayuda.
Aunque la tarea sea sencilla desde nuestra perspectiva, siempre puede despertar dudas. Esto es inherentemente algo bueno, ya que justamente es una oportunidad para descubrir qué no se ha respondido durante la clase, pero también, de vez en cuando, angustiante para los alumnos que temen perder puntos al equivocarse. Por eso darles recursos que puedan consultar fuera del aula, que sean claros y que los acompañen una vez que están en casa puede ser de gran utilidad. Crear guías, grupos de estudio, buscar recursos en línea cuando se tiene la oportunidad o darles referencias para que puedan resolver sus dudas fuera del salón podría ayudarles mucho a sentirse más seguros al solucionar sus deberes.
Nunca falta en el aula algún alumno que, sin importar todo lo que hagamos, no entrega sus tareas. Muchas veces incluso se trata de alumnos que participan durante la clase, pero que al momento de hacer tarea lo evitan a toda costa, lo cual resulta frustrante. Para esos alumnos lo primordial es conectar con ellos, buscar las razones detrás de esa aparente irresponsabilidad y la posibilidad de ayudarlo a formar parte de la dinámica del salón de clases. Las razones pueden ser muchas, desde poco tiempo en casa para hacer tareas hasta alguna dificultad para resolverla, por ello es importante tratar de reconocer qué hay detrás y ayudarlo a superar el reto.
¿Cuál es la dinámica de tarea en tu materia? ¿Tus alumnos suelen cumplir con los deberes?