A partir de la pandemia, tanto alumnos como docentes han tenido que adaptarse a una situación extraordinaria, algo que no habíamos visto antes y que ha impactado a la sociedad desde muchas perspectivas. Aprender en medio de una situación tan compleja no es simple, puede llegar a ser muy estresante e incluso puede afectar la salud mental de los estudiantes, quienes podrían sentir que no avanzan, desanimarse a continuar sus estudios y por lo tanto abandonar la escuela o desbordar su tensión, incluso si se normaliza la asistencia a clases, lo que haría muy difícil un aprendizaje real. Como docentes hemos hecho lo posible porque los contenidos no se pierdan y que la educación continúe. Sin embargo nada de esto es útil si los alumnos no aprenden a ser estudiantes independientes, pues el trabajo escolar a distancia requiere de la disposición, pero también de herramientas y habilidades que no siempre están disponibles, especialmente en los niños o adolescentes que solían trabajar en un sistema presencial.
Aún si regresamos a clases, pasará un rato para que volvamos al mismo sistema que teníamos en marzo del 2020 y, sin importar el regreso a la normalidad, vivimos una etapa de la educación que pide a los estudiantes ser agentes activos dentro de su proceso, por lo que aprender a ser independientes como alumnos será de gran ayuda, tanto en la etapa en la que se encuentran, como en el futuro. A los docentes nos toca enseñar, no solo Historia o Matemáticas, también este tipo de habilidades, tan necesarias para la vida.
¿Cómo hacer de los alumnos estudiantes independientes, capaces de estudiar por su cuenta, evaluar y profundizar su aprendizaje? Aquí hay algunos puntos importantes.
Para aprender cualquier cosa o alcanzar cualquier meta lo más importante es la motivación. Pero no puede ser solamente una motivación que venga de beneficios externos, como los premios o incluso el reconocimiento social (celebrar las mejores calificaciones, lograr un título u obtener premios), porque este tipo de estímulos solo logran condicionar nuestra respuesta al estudio y nunca son suficientes. Habrá muchos alumnos que no se molestarán siquiera en intentarlo, cuando estos premios están demasiado lejos.
Para un trabajo independiente lo más importante es la motivación intrínseca, esa que viene del deseo y el gusto por aprender, independientemente de las calificaciones o de lo que se pueda obtener de ello. ¿Cómo despertarla en los alumnos? Puede ser difícil, porque cada alumno es diferente, pero tendrás que partir de la reflexión y el autoconocimiento, inicia por preguntas que les ayuden a identificar por qué van a la escuela, el análisis de los beneficios que obtienen al estudiar, tanto en el presente como en el futuro y ayúdalos a diseñar metas que les emocionen, tanto a largo como a mediano plazo. También es necesario hacerles ver que todas las materias tienen relación entre sí, porque pueden sentirse motivados para ciertos contenidos, pero no tanto para las que se les dificultan. Y plantear en ellos una mentalidad de crecimiento, con la que descubran que lo más importante no son los resultados, sino el proceso de aprendizaje, a nivel personal como académico. Invítalos a equivocarse y a disfrutar el camino.
Para estudiar no son necesarias solamente las ganas, el ambiente en el que estamos puede resultar beneficioso u obstaculizar nuestros objetivos, pero esto no siempre es claro para los alumnos, quienes sienten que pueden hacer más de una cosa a la vez o que se sienten cómodos estando con su familia o sus amigos, además está el factor del contexto, que no siempre permite tener las condiciones necesarias para estudiar. Hablemos con los alumnos de buenos hábitos, no para sermonearlos, sino para comunicar su importancia. No podemos exigir a los alumnos un cambio exponencial de un momento a otro, pero si podemos demostrarles, a través de pequeñas prácticas como esto puede esto cambiar su experiencia y sus resultados.
Tener acceso a la información necesaria, un espacio que permita concentrarnos y un lugar para poner manos a la obra es todo lo que necesitamos, claro que esto puede tener muchas dimensiones y dependiendo del contexto resultar casi imposible, pero si enseñamos a los alumnos a qué se refieren estos conceptos ellos mismos podrían buscarlo.
De nosotros pueden obtener la información, ya sean recursos como bibliotecas públicas, ubicación, horarios e instrucciones de uso, recursos virtuales o contenidos que les demos nosotros, lo importante es que sepan de dónde y cómo obtener esos recursos. Dejar de lado distracciones como el celular, la televisión, los videojuegos o la plática familiar sería el segundo concepto, aunque no siempre los espacios familiares lo permiten, puede ser que busquen horarios diferentes que sean más tranquilos o que utilicen audífonos para cerrar las conversaciones. Finalmente está el lugar, un escritorio o una mesa cómoda, con luz suficiente, papel, pluma y, por ejemplo, anteojos para ver bien, serían los que llenen esta lista. Claro que no siempre existe ese escenario, por eso podemos hablar de un asiento cómodo y un soporte estable para improvisar el espacio. Lo importante es que los estudiantes identifiquen estos elementos para buscarlos en su propio contexto.
Más allá de las condiciones físicas o de las motivaciones está el hecho de poner en práctica las sesiones de estudio, no como las vemos habitualmente, sentarnos a leer y releer contenidos, sino a que esto sea realmente útil para el aprendizaje. Lo esencial es que los alumnos sepan obtener información de los recursos, que sea importante y comprensible. Por ello, ponerlos a practicar su lectura y luego a demostrar cómo les va con la obtención de datos al respecto es una gran práctica, no solo con los ejercicios habituales (preguntas escritas), sino en la práctica de la reflexión, repensar lo que acaban de leer, responder por qué y cómo a la información, exponer lo que han leído (o aprendido) a alguien más y hacer preguntas al respecto, especialmente a identificar cuáles son las partes que no han quedado claras.
En las clases, hacer participaciones orales o un trabajo en pareja para que escuchen lo que han leído, tanto con sus propias palabras como de boca de sus compañeros puede ser un buen ejercicio y como hábito para su estudio personal el hacer resúmenes o contarle a alguien los conceptos podrían ser útiles.
Con este mismo propósito está el hecho de organizar la información, jerarquizar su importancia y poder verla o distribuirla de forma que sea accesible y comprensible, crear resúmenes, apuntes, cuadros sinópticos y mapas mentales es la forma perfecta para lograr esto, pero no se trata solo de pasar de un texto a otro datos sin control. Por ello necesitamos los ejercicios de reflexión y análisis, pero también necesitamos saber cómo hacer buenos apuntes, buenos cuadros o buenos resúmenes. Enseña a tus alumnos a pensar en el proceso que están aprendiendo, sin importar de qué materia se trate, existen inicios, puntos medios y finales e identificar esta línea de desarrollo les puede ayudar a ver en dónde están los puntos medulares. Todo está en darle estructura a los datos, si se trata de las partes de la Célula, por ejemplo, aprender del núcleo hacia afuera es dar una estructura, porque las partes se relacionan entre sí, lo mismo ocurre con los datos históricos o los análisis sintácticos.
Esto puede ser lo más difícil de todo el proceso por dos razones. La primera es no darnos cuenta de que necesitamos apoyo, porque creemos que todo lo hemos dominado (y es común que los alumnos subestimen sus dudas) y la segunda es porque estamos acostumbrados culturalmente a que pedir ayuda es signo de torpeza o debilidad.
Para resolver la primera, necesitamos evaluar lo que hemos aprendido, esto puede hacerse a través de tarjetas, cuestionarios o exposiciones que nos permitan valorar lo que hemos aprendido y sobretodo que tan claro es en su conjunto para nosotros, exponerlo de manera oral o explicarlo para alguien más son excelentes estrategias para esto también.
La segunda puede llegar a ser más complicada, pues típicamente los alumnos no pedirán ayuda si pueden evitarlo. Pero si la montaña no se mueve, nosotros podemos ir hacia ella, esto al menos hasta que sea más fácil para los estudiantes pedir ayuda. Organizar pequeños grupos de estudio para que los alumnos se encuentren y se relacionen con más libertad que en las clases puede ser útil, aunque sea por medios virtuales. Otra opción es crear tutorías en grupos reducidos, en ellas podremos ver cómo se sienten los alumnos e identificar junto con ellos si existen zonas oscuras en lo que han aprendido.
Por muy independientes que sean los estudiantes, también necesitan reafirmar su proceso y obtener retroalimentación necesaria para seguir avanzando, por ello lo que nosotros podamos decirles sobre sus apuntes, su trabajo independiente y los resultados que han obtenido es muy importante. Aunque ellos estén por su cuenta, también necesitan la guía de sus docentes.
¿En esta temporada tus estudiantes se han vuelto más independientes o crees que han tenido un retroceso en cuanto a habilidades de estudio? ¡Comparte con nosotros tu experiencia!