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Las particularidades de este ciclo escolar han implicado un reto para docentes, padres y alumnos, que han cambiado su modalidad de estudio de un momento a otro y aunque con el tiempo nos hemos adaptado cada vez mejor muchas cosas nos parecen todavía muy complicadas. En casa los padres se preguntan cuánto tiempo deben pasar sus hijos con las tareas o si las clases no serán muy cortas. Todo con el único referente que tenemos, que es la escuela presencial, por lo que muchos deseamos adecuar el ambiente de casa a lo que hacían los estudiantes antes de ir a casa.
Pero el tiempo que pasamos en casa no puede ser igual que el de la escuela y tratar de replicar las actividades no es la solución al problema que enfrentamos en este momento, en realidad obligar a docentes y alumnos a pasar por un horario extenuante de educación a distancia podría provocar que el aprendizaje no sea realmente efectivo, sino abrumador.
Una de las preocupaciones más comunes y normales es el tiempo de clase. Aunque estamos acostumbrados a que los horarios de clase sean de ocho horas, replicar esto en casa es poco productivo, por la naturaleza del aprendizaje, además de la situación por la que atraviesan las familias.
Algunas asociaciones y expertos sugieren que según la edad de los estudiantes el tiempo de clase en vivo debe variar entre una y cuatro horas, por ejemplo, los niños de primaria deberían tener una o dos horas de clase al día, los de secundaria entre dos y tres horas, mientras los mayores de preparatoria, entre tres y cuatro horas. Esto no incluye el tiempo que pasan al resolver tareas o estudiar por su cuenta, algo que también debe trabajarse como parte del programa, el aprendizaje autónomo. Pero en si, pasar ocho horas de clase es excesivo y poco productivo, ya que la concentración de los alumnos declinará en poco tiempo, sumado a las dificultades de enfocarse en el ambiente del hogar.
Este es un buen momento para que las expectativas del curso sean un poco más flexibles de lo normal, aunque no es lo ideal para un estudiante, la situación es por sí sola se puede convertir en un medio de aprendizaje, además debemos tomar en cuenta que cada niño aprende de forma distinta e incluso en actividades recreativas o en el ocio existe una oportunidad de desarrollo. Sería de mucha mayor utilidad orientar a los padres de familia para que aprovechen las actividades cotidianas como momentos de repaso, cocinar para practicar ciencias, los debates en el hogar para discutir hechos históricos, fomentar el pensamiento crítico, la imaginación y la resolución de problemas, todos estos son ejemplos que sirven para continuar la educación a pesar de no estar en clase, no solo en un momento extraordinario, sino en el desarrollo posterior.
Es importante entender que el ambiente dentro de casa, por si mismo, no puede ser el de la escuela y por tanto no tiene sentido obligar a los niños y jóvenes a fingir que lo es, crear una rutina es importante sí, pero no significa eso que se deba replicar la rutina de la escuela, asumir que las cosas son distintas es el primer paso para adaptarnos, de lo contrario trataremos de modificar factores que están fuera de nuestro control. No vamos a lograr la duplicación de ambiente, lo que creará una frustración innecesaria.
La adaptación, en realidad, se trata de fluir con la corriente, aceptar que las cosas son diferentes y funcionar al ritmo de las mismas, no imponer nuestras expectativas, sino saber tomar lo que tenemos para trabajar con ello. Este, de hecho, puede ser el mejor aprendizaje para nuestros niños y jóvenes, moverse con la corriente del cambio.
En estos momentos, la clave está en la motivación y en la gestión del aprendizaje autónomo. Los docentes pueden contribuir a esto a través de herramientas y estrategias que se pueden transmitir a los estudiantes, con las que logren acercarse al conocimiento por ellos mismos y no necesariamente en sesiones de clase en vivo, que puedan monitorear su progreso, calificar sus tareas y tener a la mano la guía de un profesor, sin que este sea el único responsable, sino un facilitador. Esto mismo pueden reforzarlo los padres. No es sencillo transitar del modelo presencial a uno a la distancia, pero es posible. Siempre y cuando los alumnos tengan la seguridad de que son capaces de hacerlo por si mismos, de que son los protagonistas de este proceso y que forman su educación es importante por sí sola, no como parte de una obligación o de un requisito.
Transitar entre el modelo presencial y la educación a distancia no es nada simple, pero es posible. Además de ser esencial la adaptación en momentos de crisis. ¿Cómo ayudas a tus alumnos a cambiar su perspectiva con respecto a este momento? ¡Comparte con nosotros!