Por Carlos Arturo Moreno de la Rosa
Sección 5
“En lo sucesivo, ningún niño debe ser considerado ineducable: La educación es un bien al que todos tienen derecho, los fines de la educación son los mismos para todos, independientemente de las ventajas o desventajas de los diferentes niños… aumentar el conocimiento que el niño tiene del mundo en el que vive […] proporcionarle toda la independencia y autosuficiencia de que sea capaz.” (Informe Warnock, 1978)
“Educación para todos” ¿Qué se pretende afirmar con ese eslogan? De allí surge la Educación inclusiva, que en México la hemos denominado con el término “integración”. Sin embargo, la inclusión va más allá, no se trata de que el alumno esté simplemente inserto en la Institución Educativa deambulando por los pasillos, tampoco que el alumno con necesidades educativas especiales sea atendido por los especialistas. La Educación inclusiva va más allá, tiene el objetivo de hacer de la Institución Educativa una comunidad en donde el alumno se sienta parte, en donde se le tome en cuenta, donde toda la Escuela vaya a la par, se rompan los prejuicios, se eduque para la libertad, para el respeto al otro, al diferente. Por lo tanto, no tenemos niños discapacitados, sino escuelas que no responden a las necesidades de esos niños. Tenemos Escuelas Discapacitadas.
Un error en el que continuamos es la estigmatización propia al interior del sistema educativo, seguimos refiriéndonos al alumno como un sujeto que no puede alcanzar lo que los demás sí pueden, “es un burro, no sabe”. Limitamos nuestro avance desde el momento en que se menosprecia al alumno y él adopta dicho rol, asume su posición de discapacidad, de diferente, de vivir en la carencia. La estigmatización es una de las barreras que más ha impedido el objetivo último que se ha propuesto: Educación para todos.
El movimiento que busca una educación inclusiva, propiamente dicho, puede decirse que inicia en 1978 con el “Informe de Warnock”, claro, ya antes había indicios de querer modificar el sistema y dar cabida para que todos los niños tuvieran Educación, pero tomamos esta fecha emblemática como referencia. Años después, en 1990, en Jomtien, Tailandia, se retoma el reto, es allí en donde se acuña el eslogan “Educación para todos”, posteriormente en Salamanca (1994) y Dakar (2000).
En Jomtien surge la idea de una educación que no excluya a nadie; en Salamanca el objetivo principal fueron los alumnos con necesidades educativas especiales y en Dakar el punto toral del Congreso fue la Educación y la Equidad de género.
¿Por qué tenemos que aceptar al otro que es diferente a mí? Es una cuestión de percepción, es una cuestión meramente filosófica y antropológica que recae en una manifestación ética. Aceptamos al otro, al que es diferente a mí, simplemente porque él también tiene derecho a vivir en este mundo, aunque las cosas no estén pensadas para que él las use. Es allí en donde se reactiva la discriminación, la sociedad de consumo coadyuva a estigmatizar a los sujetos diferentes, los medios de comunicación venden una idea de lo estético, de la belleza. El niño con discapacidad sufre porque se ha creído lo que le dicen y el sujeto supuestamente “normal” hace cada vez más grande la brecha por el “Mundo feliz” que le plantea la sociedad del consumo. ¿A dónde iremos a parar? Solo un mundo civilizado que fundamente su ser y su que-hacer en una ética que incluya al otro podrá dar respuesta al mundo de incertidumbre en el que estamos inmersos. Quizá algo bueno se pueda llegar a concretar. Quizá. Solo quizá.