Muchas veces, cuando me preguntan cuantos años tengo en el servicio y contesto que 31, me dicen: “tú ya no te debes preocupar, mucho menos ocupar pues estás a punto de jubilarte”, eso me pone a reflexionar y a pensar. ¿Por qué existe el mito de que si ya estas grande, ya no sirves o, peor aun, no puedes estar de acuerdo con la reforma educativa, ni mucho menos con la tecnología?
Es cuando digo que las personas con muchos años en el servicio, que por azares del destino trabajamos desde jóvenes, debemos demostrarnos a nosotras mismas, a todos los que nos rodean, a padres de familia, maestros, autoridades, que tenemos las capacidades de dar una enseñanza de calidad, que, aunada a nuestra experiencia, llevamos al éxito a pequeños y pequeñas en el aprendizaje del lenguaje, matemáticas, exploración del mundo y muchas materias más que a los preescolares les interesan, eso sí cada una de nosotros debemos tener ese deseo de seguir aprendiendo, entender que todos los días conocemos algo nuevo y que lo que no sabemos podemos investigarlo, leer, orientarnos con cursos, todo lo que la educación nos pone al alcance para aplicar cada día en pro de la niñez mexicana.
Constantemente me entristece ver que al pedirle a un docente que exponga algún tema o nos hable de sus experiencias educativas se le dé oportunidad a quienes tienen un algún título, pero que nunca lo han aplicado, reconozco que tienen el conocimiento teórico pero se debería aterrizar dentro del aula, pues la experiencia enriquece el quehacer educativo. Pocas veces se le da la oportunidad a quienes llevan muchos años en la docencia, no se les toma en cuenta, pues están “caducados”, como dice la juventud de ahora.
Con la evaluación que el servicio profesional docente aplica a los maestros, se dará la oportunidad de demostrar de lo que estamos hechos los docentes con muchos años en el servicio, ante comentarios tristes y lamentables de otros compañeros, tal como el que dijo: “este año si que reprobaremos a muchos docentes, pues están grandes”. Al escucharlo entristeció nuestros corazones, pero nos dio el aliento para esforzarnos aún más, las maestras antiguas se preocuparon por realizar un buen trabajo, al pedir orientación o dar de su tiempo para estudiar. Contrario a lo que se piensa, leer y analizar la bibliografía y guía nos dio la oportunidad de incrementar nuestro acervo y aplicar nuevas metodologías para tener mejores resultados, sin embargo lo más importante para mí es que mis niños y niñas en clase se sienten felices, están ávidos por aprender, quieren saber más, me piden más cuentos, leyendas, quieren conocer mas del planeta, del mundo en general, eso me da la pauta para esforzarme y no quejarme de esta maravillosa labor que, aunque tenga muchas fallas, como todas las profesiones, es la más hermosa, pues lo que un niño te da no se puede comprar con ningún dinero: su cariño incondicional, el te quiero que cada día te dicen sin reserva alguna es el motor que me alienta a seguir hasta que llegue el momento de retirarme.