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Aprender es un proceso complejo, lleno de retos y que no se limita a la transmisión de conocimiento, requiere de reflexión, experimentación, observación y otras habilidades que no siempre se dan en el salón de clases, en parte por la limitación del espacio y el tiempo con el que contamos los docentes para llevar las sesiones. Si a esto sumamos las dificultades que se han agregado al tener clases a distancia, ese proceso de enseñanza-aprendizaje se hace aún más difícil, interrumpido por la lejanía y el poco contacto que tenemos con los estudiantes.
Como docentes tenemos la experiencia de que nuestro trabajo implica un importante esfuerzo de reflexión, así como de otras habilidades que nos alimentan y nos ayudan a aprender, de manera indirecta, cuando nos dedicamos a enseñar a otros. Sin duda, un maestro experimentado sabe que nunca ha entendido mejor el funcionamiento de algunas cosas que al transmitirlo a los estudiantes, mientras que los cambios tecnológicos y sociales nos obligan a investigar continuamente y conversar con otras personas para ensanchar nuestro horizonte.
Si juntamos ambos procesos y las necesidades de nuestros estudiantes, nos daremos cuenta que el mejor método para ayudarles a aprender a los alumnos es a través de la enseñanza, es decir que los propios estudiantes se conviertan en maestros de sus compañeros o incluso de alumnos menores.
Si nosotros queremos comprobar que un alumno realmente ha entendido un tema solo debemos pedirle que se lo explique a alguien más. Y es que cuando ponemos en nuestras propias palabras y tratamos de hacerle ver al otro el proceso necesario para resolver un problema o el proceso que llevó al inicio de una guerra podremos ver desde fuera la información que tenemos en la cabeza. Si además nos ponemos en la necesidad de planear una clase y resolver las dudas del otro, es muy probable que nos obligue a poner en orden nuestro conocimiento, así como a cuestionar lo que hemos aprendido a través de un tercero.
Este proceso nos obliga a simplificar ideas, así como a reducir la complejidad del conocimiento en conceptos concretos para transmitirlos mejor.
Hay muchas oportunidades en la escuela para que nuestros estudiantes se relacionen con la tarea de la enseñanza, podemos formar equipos de compañeros de la misma clase para que los que tienen problemas con alguna habilidad se apoyen en quienes lo han comprendido con facilidad, de esa forma se ayudarán entre compañeros y pondrás en práctica, también, la creación de vínculos. Es importante que todos participen y que no se trate de un alumno superior al otro, sino de trabajo en equipo.
También podemos crear equipos más grandes y que nuestras clases se conviertan en laboratorios. Lograr esto es posible si contamos con el apoyo de otros profesores o si organizamos nuestros propios grupos. Tus alumnos pueden convertirse en tutores de otros estudiantes más jóvenes para afianzar su propio aprendizaje.
Esta tarea requiere observación de tu parte y no necesariamente implica poner a los alumnos más hábiles al frente de las tutorías, por el contrario, puedes ayudar a que los estudiantes que enfrentan alguna dificultad a reflexionar y aprender mejor cuando buscan enseñar a otros.
Observa entre tus estudiantes cuáles son sus dificultades, los temas en los que necesitan trabajar y las habilidades que aún no desarrollan y busca que estas mismas habilidades sean las que deban transmitir a alumnos más jóvenes, así podrán volver algunos pasos y repasar las bases de lo que aprenden en su grado, lograrán afianzar mejor estos conocimientos al reflexionar en ellos para transmitirlo a alguien más.
No significa esto que deban lanzarse solos a tratar de enseñar a otros. Tú eres docente y puedes guiarlos en su camino a convertirse ellos mismos en maestros, dedica algunas de tus clases a conversar sobre las clases que impartirán, a planear sus propias sesiones e incluso puedes añadir algunos recursos pedagógicos que podrían serles útiles. Es importante también que en tu clase tengan el espacio de cavilar sobre cómo se han sentido, qué han aprendido, que podrían mejorar y claro que tengan asesoría para impartir el conocimiento, repasos sobre esos temas, resolución de dudas.
¿Crees que convertir a los alumnos en docentes podría ayudarlos a ponerse al corriente en tu clase? ¿Alguna vez has puesto en marcha una estrategia como esta? ¡Comparte con nosotros!