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Debido a la propagación de un nuevo virus, el ritmo al que se movía el mundo tuvo un cambio de 180°, en cuestión de semanas muchos países pasaron de modelos presenciales para trabajo y escuela a modelos a distancia. Y aunque la tecnología ha significado un gran apoyo para muchos sectores, este ha sido un gran reto de adaptación que ha puesto en duda si lograremos superar las dificultades con éxito
Para muchos padres, alumnos, incluso docentes o sociedad en general la duda genuina y natural en este momento es si la educación a distancia es realmente efectiva. Esta preocupación es natural, pues la mayoría de nosotros nunca habíamos enfrentado este modelo, ni como alumnos ni como docentes, por lo que sentir que algo falta o que no es suficiente es completamente natural y de hecho es muy positivo levantar los cuestionamientos. Solo así podremos prepararnos y enfrentar esa nueva normalidad de la mejor manera.
Puede parecer que esta nueva invención de la educación a distancia se ha improvisado, que faltan recursos, estrategias o ideas, sin embargo esto no es verdad. De hecho los modelos de educación a distancia tienen su origen en la correspondencia, pues desde hace muchos años algunas escuelas, especialmente universidades, han tenido modelos de educación no presencial, al principio era un proceso largo y un poco más complejo, pero a través del correo tradicional docentes y alumnos seguían un programa de lecturas, test de evaluación y asesorías, esta fue una de las primeras opciones de educación superior para mujeres, pero con el tiempo muchas escuelas adquirieron programas de este tipo.
Con el tiempo y con la ayuda de las innovaciones tecnológicas estos modelos evolucionaron al teléfono, al fax, a videograbaciones o incluso audios, pero desde la llegada del internet la educación a distancia se transformó por completo y abrió las puertas a posibilidades infinitas de aprendizaje y preparación académica. Gracias a eso es cada día más común que la gente busque cursos para continuar con su aprendizaje, aún como adultos.
Aunque este tipo de educación es muy diferente a la tradicional, muchas investigaciones apuntan a que puede ser muy eficiente. Claro que para lograr el éxito es importante hacer algunas consideraciones, adaptarnos a los procedimientos y sobretodo, lograr que los estudiantes se comprometan como personajes activos de su propia educación. Este es el elemento más importante, pues en estos casos los docentes actúan como guías o como facilitadores, pero es la autonomía del estudiante la que verdaderamente hará la diferencia.
Debido a la forma tan abrupta en la que tuvimos que transformar nuestro ritmo de trabajo y el poco tiempo de adaptación que hemos tenido desde el inicio de la pandemia, todas esas herramientas y preparación, tanto para el docente como para los alumnos, han sido complicadas. Pero esto no implica que no podamos lograr un ciclo escolar exitoso, de hecho podría ser de gran ayuda para los alumnos, aún después, cuando volvamos a las aulas. ¿Cómo podemos los docentes apoyar este proceso?
Más allá de darles lecturas muy extensas o complejas, llenas de información, es importante dotarlos con materiales que realmente apoyen el aprendizaje, ejercicios claros, cuadros sinópticos, videos o audios que permitan a los estudiantes volver al contenido si lo necesitan y practicar habilidades que se relacionen con esto.
La función del docente en estos casos es la de guiar el proceso de aprendizaje, resolver dudas y plantear rutas para un mejor proceso. Esto significa escuchar activamente a los estudiantes y en este caso también a los padres, de esa forma podremos ver cuáles son sus dificultades y podemos sugerir formas de superar los retos.
Este es de los elementos más importantes para el alumno en este momento, porque son ellos quienes están al frente de su proceso, por ello, lo mejor que podemos hacer por ellos es compartir estrategias para que sea exitoso. Técnicas de estudio, estrategias para mantenerse concentrados, cómo crear resúmenes, guías o cuadros sinópticos, todas estas herramientas son básicas y normalmente las practicamos a lo largo de nuestra vida como estudiantes, pero en este momento pueden servir como respaldo.
La motivación es el elemento clave. Un alumno motivado e interesado logrará el aprendizaje en este y en cualquier momento. Para hacerlo tenemos que ser muy claros con los objetivos de cada materia y cada contenido, por qué deben estudiar esos contenidos y qué deben saber al finalizar un ejercicio, esto evitará la frustración y te ayudará a saber cómo van. También puede ser muy útil plantear metas, tanto para el grupo como para cada uno de ellos, estas metas deben ser claras y alcanzables, acompañalas de pasos claros para lograrlas, por ejemplo: “aprender a sumar”, cuyo paso uno sería conocer los números. Cada estudiante tendrá desafíos distintos y metas específicas.
Esta es una forma de autorregulación muy importante en estos momentos, los estudiantes necesitan saber si han logrado lo que se ha planteado, pero no pueden exponerlo en el salón de clases. Por ello el docente puede brindar herramientas de evaluación que le sirvan al propio alumno para verificar su progreso, pequeños exámenes virtuales, cuestionarios abiertos, actividades de reflexión o debate pueden ser buenos métodos de autoevaluación.
La educación a distancia puede ser tan efectiva como la presencial, solo se necesita cambiar la perspectiva y añadir nuevos recursos al trabajo que acostumbramos normalmente. ¿Qué herramientas has dado a tus alumnos? ¿Cuál ha sido tu experiencia hasta el momento? ¡Comparte con nosotros!