A veces llega al salón un alumno que nos desconcierta, no parece responder igual que sus compañeros, parece que no presta atención, no trabaja en clase y no te escucha. Podría ser, o no, que ese niño traiga algún diagnóstico, pero principalmente, sabemos que ese niño corta con la dinámica de clase, pues los métodos que sueles usar no funcionan. Por eso, aquí van algunos consejos por si te enfrentas con alguna situación similar.
Alejarlo de las distracciones
Para empezar, la ubicación de nuestro alumno en el aula es clave, quiénes lo rodean y en dónde lo ubicamos podría significar un gran cambio. Lo primero es alejarlo de ventanas, puertas o lugares que tengan demasiados estímulos sensoriales, pues esto hará que se distraiga, ubícalo cercano a tu escritorio o en donde puedas observarlo, pero no lo aísles de sus compañeros, al contrario, rodéalo de niños que sean cooperativos y buenos para concentrarse, no necesariamente los de mayor rendimiento, simplemente los que ponen más atención sin tanto esfuerzo. Si la elección de compañeros no funciona, prueba con alguien más.
Instrucciones, la parte clave
Para un niño que le cuesta poner atención es difícil seguir instrucciones cuando son muchas, largas y complejas, mejor divídelas en varios pasos y repítelas varias veces durante el proceso; fragmenta la tarea en varias subtareas y si es posible apóyate con elementos visuales, no solamente las digas, escríbelas, dibújalas y ejemplifícalas. Entre más dividas las tareas mejor, pues así tu alumno podrá concentrarse en un paso a la vez, dale tiempo para decodificar esas instrucciones y pídele que las repita, así podrás verificar que recibió la información.
Déjalo que se mueva
Si notas que en algún momento se le presenta una dificultad para la tarea que llevan a cabo o comienza a distraerse, ayúdalo a despejar su mente. Pídele que borre el pizarrón, que lleve algún recado a dirección, que recoja alguna tarea. Si notas que se mueve mucho o se levanta constantemente, trata de cambiar esas conductas por otras más discretas y que lo distraigan menos, rodar un lápiz, mover los pies, ayúdalo a encontrar estrategias que lo motiven.
Rutina y estructura
Si le das una estructura a tu clase, el pequeño sabrá qué esperar y más o menos en cuanto tiempo esto pasará, prueba con una distribución similar de actividades, temas y duración de las tareas. Incluso podrías abrir tu clase con una pequeña exposición de lo que pasará en el día; si tendrás alguna actividad extraordinaria anticípalo cuanto antes, así los alumnos ya sabrán qué pasará. Trata de incluir en esa rutina momentos de relajación, ejercicios de respiración o alguna tarea más lúdica. Cuando hay algún alumno más inquieto procura que tus actividades no duren mucho tiempo, si logras una buena dinámica en la clase, poco a poco podrás exigirle más tiempo de atención.
El porqué es más importante que el cómo
A veces parece que ese niño no pone de su parte, pero piensa que tu perspectiva y la de él son muy distintas. Detrás de la conducta que demuestra hay una razón, puede ser algo muy complicado (como algún problema en casa), pero también podría ser algo más simple: un ruido que le es molesto y lo distrae, un poco de hambre en las mañanas, preocupación por su rendimiento en clase, etc. Escúchalo y dale importancia a lo que dice, creerle y validar sus pensamientos le ayudará a confiar en tí y le dará seguridad en sí mismo, sólo así los dos sabrán resolver la situación.
Si tu alumno tiene algún diagnóstico, te recomendamos tomarte el tiempo de aprender sobre el tema, así podrás comprenderlo mejor y quizá encontrar consejos específicos. ¿Has tenido algún alumno difícil de entender? Seguramente sí, cuéntanos tu experiencia y si algún método te funcionó mejor. ¡Esperamos que al menos estos tips sean de ayuda!