¿Cómo nos aproximamos a estos alumnos y cómo afectan esas vivencias nuestra clase?
Aunque la forma de abordarlo directamente con el alumno puede variar de persona a persona o incluso por la forma en que llevamos a cabo nuestras clases, es importante que hagamos ajustes razonables y necesarios en el aula si es que identificamos a algún estudiante que vive o ha vivido momentos difíciles. Hacernos conscientes de ello y emprender estrategias especialmente dirigidas para trabajar ayudará a todos los alumnos y seguramente nos preparará para los desafíos más complejos.
Es importante que identifiquemos y anticipemos las formas en que las experiencias de nuestro alumno pueden afectarle, tanto en el aprendizaje como en su conducta diaria, pues es posible que notemos en ellos cambios de humor, dificultades para concentrarse, comportamientos desafiantes, retos para regular sus emociones o incluso cambios desconcertantes, como pasar de ser alumnos extrovertidos a introvertidos, o de alumnos muy tranquilos a ser más hiperactivos.
Quizá notemos y enfrentemos conductas desafiantes complicadas de sobrellevar en el aula o notemos en ellos dificultades para el aprendizaje, por ello es importante que tomemos nota al respecto y establezcamos estrategias diarias de acuerdo a sus retos particulares.
Mientras que tener un estudiante que se encuentra bajo mucho estrés o que ha experimentado momentos traumáticos puede ser una complicación laboral muy importante y que muchas veces abarca trabajo extraordinario o tomar parte en áreas que directamente no nos corresponden, si es verdad que la aproximación que tengamos en el salón de clases puede cambiarlo todo para ese alumno.
La escuela tiene la particularidad de ser una comunidad, la cual puede hacer sentir a un estudiante valorado y conectado con sus compañeros, unirlo y hacerlo sentir seguro. Y gran parte de esa labor la pueden llevar a cabo los maestros al interior de su salón y en compañía de su grupo.
Si, es muy desgastante, cuando un alumno interrumpe constantemente la clase, levanta la voz o incluso identificamos agresión o violencia en su conducta, mantener la calma puede ser muy complicado. Esto también implica mucho estrés para nosotros. Pero para ayudar a un estudiante a regularse a si mismo, es muy importante y necesario que nosotros mismos permanezcamos tranquilos, que aprendamos a identificar y manejar nuestras emociones.
No solo para ayudarlo, sino para que podamos continuar nuestras clases, cumplir con los programas y de paso, contribuir a su desarrollo.
Si bien las conductas que notamos pueden ser difíciles de manejar y de tener en el salón de clases, debemos preguntarnos qué las causan, más allá del contexto o historia personal del alumno, podemos identificar qué disparan momentos de crisis, observarlo en las clases o en los recesos para conocer mejor qué y cómo afecta el día a día a nuestro alumno. Así como las causas de su comportamiento, puede ser un momento de agobio sensorial, inseguridad, poca tolerancia a la frustración, etc. Esos son detalles que podemos manejar en el interior del aula y que podemos trabajar con estrategias que beneficien a todos los estudiantes.
¿Has tenido algún alumno que vivió un momento difícil? ¿Cómo te aproximaste a esto en clase? ¡Comparte con nosotros!