Ser docente es uno de los trabajos más complejos que existen, se trata de una profesión con muchas responsabilidades y que inevitablemente te obliga a tratar a diario a muchas personas, no solo los alumnos, sino administrativos, colegas y padres de familia. Sumado a las tareas de escritorio y al ajetreo de la vida diaria, nuestro trabajo puede convertirse en algo muy estresante.
Al mismo tiempo, la docencia es una profesión muy gratificante y satisfactoria, porque los profesores saben que sus acciones tienen un efecto en la vida de los estudiantes. Tenemos la oportunidad de motivarlos, acompañarlos, ayudarlos a crecer y hacerse cada vez más fuertes. Hay momentos especiales que recuerda todo maestro en los que vemos a nuestros alumnos superar retos o en los que recibimos la fuerza del aprecio y reconocimiento de ellos.
Aún así, en ocasiones la vida docente es mucho más estresante de lo que podemos manejar, algo que representa problemas de salud o poca calidad de vida. Paradójicamente, sentir estrés también puede ser señal de que tenemos una vida satisfactoria.
El estrés es señal de que algo nos importa, por eso dedicamos tiempo, energía y esfuerzo en solucionar, proponer y trabajar, es tiempo que invertimos, pues esa actividad tan estresante también forma parte de nuestras prioridades y en muchos casos, según encuestas, esto nos lleva a sentirnos más satisfechos, por lo tanto, felices.
Esto no quiere decir que el estrés sea algo que debamos soportar, buscar o procurar, sino que necesitamos aprender a darle la vuelta, hacer que nuestra preocupación y el compromiso que sentimos nos motive a continuar con esa labor que encontramos tan gratificante.
Si enseñar es tu pasión, pero también la fuente de todo tu estrés, es importante que mantengas presentes las razones por las que amas tu trabajo, desde la convivencia diaria con los alumnos, las pequeñas anécdotas que te hacen sonreír, tus metas constantes e incluso los beneficios personales que obtienes de ese trabajo. No perder de vista las cosas positivas.
Así como para nuestros alumnos, para los docentes también es crucial mantener una visión de crecimiento sobre sus acciones. Piensa en las dificultades que vives como oportunidades para aprender, un cúmulo de experiencias, no importa si llevas uno o veinte años en el trabajo, siempre es posible conocer nuevos puntos de vista, sumar ideas y habilidades.
El estrés y las preocupaciones tienden a aislarnos, nos hacen sentir que solo nosotros comprendemos los problemas que tenemos a diario, que nadie comprende cómo nos sentimos y que nadie puede ayudarnos a enfrentar los retos.
Por un lado es verdad que solo tú conoces la magnitud de las situaciones que enfrentas, así como las emociones que esto te provoca, pero también ten en mente que no estás solo y que todas las personas han afrontado muchas dificultades. Busca colegas o amigos que puedan escucharte, quizá darte un consejo cuando lo necesitas o simplemente regalarte un abrazo.
Encontrar y mantener no es sencillo. Y aunque es imposible estar motivados el 100% del tiempo si es posible crear espacios a lo largo del ciclo escolar en los que subamos nuestra propia motivación. Planea actividades, tanto al interior del salón de clases, como en tu vida personal, que te ayuden a elevar tu entusiasmo. Nuevas dinámicas, ejercicios divertidos, convivios con tus alumnos, temas que te interesen mucho o simples momentos de conversación con tus pequeños te ayudarán a tener a la mano historias y emociones que mantengan despierta tu pasión por la docencia y a las que puedes recurrir cuando algo te haga sentir estrés.
Y actividades para tu vida diaria que te hagan feliz te ayudarán a relajarte un poco.