En Occidente tenemos una visión muy negativa de los errores, son vistos como un fracaso y comúnmente esto condiciona nuestra actitud hacia las personas, hacia nosotros mismos y hacia las actividades que llevamos a cabo en la vida cotidiana. En la escuela esto tiene una influencia muy importante, porque al equivocarnos obtenemos malas calificaciones, nos avergonzamos, somos castigados y nos deja decepcionados de nosotros mismos.
¿Por qué buscaríamos repetir la experiencia si las consecuencias son tan desagradables?
En general es inevitable cometer algunos errores, mucho más cuando estamos inmersos en un proceso de aprendizaje, así que lo más probable es que tus alumnos a diario cometan unos cuantos (e incluso tú como docente), sin embargo no estamos acostumbrados a hacer de ellos una oportunidad para aprender.
Los errores en nuestro sistema educativo son vistos como un problema, algo que no debería suceder y que si suceden deben ser castigados, ignorados o escondidos. Esto provoca muchos problemas, tanto para los estudiantes en su aprendizaje, como para el desarrollo de la clase.
Dado que ningún estudiante quiere equivocarse, debido a la visión que tenemos de los errores, el querer salir de ellos podría despertar conductas poco beneficiosas para el salón de clases, por ejemplo, que un estudiante mienta para zafarse de un problema, que prefiera hacer trampa en un examen en una tarea que resolverlo de forma equivocada, que le eche la culpa a algún compañero por algún error que haya cometido, e incluso que debido a esto, los estudiantes decidan que no son buenos para las matemáticas o la historia, lo cual evita su crecimiento y condiciona su desarrollo personal, ya que se asocian sensaciones negativas y frustración.
Contrario a lo que parece, cometer errores es muy beneficioso para la vida. A partir de ellos podemos aprender, crecer y cambiar aquellas cosas que no funcionan, sea cual sea el área en la que hayamos cometido dicho error.
Lo importante es hacer de los errores una oportunidad de aprendizaje. Y eso comienza al cambiar la actitud que tenemos hacia ellos.
Al incentivar el error como una herramienta los estudiantes se vuelven mucho más atrevidos y curiosos, despiertos y dispuestos a probar cosas nuevas que les sirvan para acumular experiencias, ser más creativos, pensar de formas distintas.
Señalar a los estudiantes cuáles fueron sus errores en un examen, por ejemplo, es importante. Pero también es necesario decirles por qué sus respuestas están mal y más aún, permitirles que mejoren. En un examen o una tarea no te limites solo a palomear o tachar, explica a tus estudiantes la naturaleza del error y permite que intenten de nuevo, no como un castigo, sino como una ruta hacia la mejora.
Aunque es normal celebrar a los estudiantes que logran algo en el primer intento, también es muy importante que la evaluación incluya el esfuerzo que han puesto y qué tanto han mejorado los estudiantes, durante los exámenes e incluso las clases.
Cuando en clase recibimos una respuesta incorrecta (en ocasiones hasta graciosas) lo más común es responder de forma negativa, decir “no” o “está mal”, sin embargo es posible sacar buenos resultados incluso de las respuestas más extrañas. Se trata de fluir con las aportaciones de los alumnos, de sacar algunas conclusiones y permitirle a los pupilos meditar sobre lo que han dicho y las razones por las que lo han hecho. Pregúntales por qué consideran que eso es verdad o toma esa parte de las respuestas que sea positiva, dale la vuelta a aquellas declaraciones extrañas, no para darles por su lado, sino para ayudarlos a reflexionar sobre sus palabras.
Al final, el simple hecho de cambiar nuestra mentalidad respecto a los errores puede ayudarnos a nosotros como docentes y a nuestros alumnos a sentirnos mejor respecto a los errores que cometemos. Lo importante es no estancarnos en las sensaciones negativas y buscar en lo que hemos hecho una oportunidad de crecimiento y aprendizaje.
¿Qué perspectiva tienen tus alumnos al respecto de sus errores en tu salón de clases?