Desde hace mucho, la escuela la hemos pensado como un espacio meticuloso, los salones en silencio y los alumnos ordenados parecen el escenario ideal para un instituto, incluso se ha buscado esto como un modelo de calidad entre las escuelas, donde la disciplina es uno de los valores más importantes. Y aunque si es necesario aprender mucho de esto, también es cierto que el aprendizaje no siempre es siempre callado, muchas veces conlleva ruido, movimiento, risas y cierto caos, propio de un ambiente creativo.
La escuela ha buscado que los niños y jóvenes aprendan más de obediencia que de disciplina, algo que inevitablemente ha cambiado con los años. Los niños, especialmente, requieren ser niños para tener un aprendizaje significativo y profundo.
Si algo hemos aprendido a lo largo de los años es que el juego es un importante medio por el que el ser humano adquiere conocimientos, especialmente durante la infancia, aunque esto no se limita solo a los niños. Nos ayuda a conocer el mundo y expresar algunas cosas que de otro modo nos costarían más trabajo, la simulación de los juegos y el manejo de las emociones son elementos que necesitamos tener en cuenta al momento de aprender, ya que en los juegos los niños establecen normas sociales, crean parámetros y experimentan con sus nuevos conocimientos, además crean vínculos con sus compañeros, adquieren confianza y alimentan su autoestima.
A pesar de todo esto, es común que el receso sea algo más optativo que provechoso, incluso continúa siendo un castigo común para los alumnos perder minutos de receso o incluso quedarse sin él, utilizándolo para recuperar clase, repetir ejercicios o solo como un miedo de reflexión. Es importante recalcar que esta medida es totalmente nociva para los alumnos, pues ese tiempo que supuestamente se aprovecha para otras tareas pocas veces es realmente útil. Para los estudiantes es necesario tener tiempo para descansar, para convivir con otros o salir del aula, platicar, jugar, tomar alimentos y organizar el tiempo como mejor le convenga, así como sacar energía en el patio. No importa si ese alumno se ha portado mal, será contraproducente para él o ella quedarse sin receso, la mala conducta aumentará, la falta de atención será más pronunciada y perderá importantes oportunidades de aprendizaje que no logrará tener en el salón de clases.
Si pensamos entonces que el receso es una herramienta más del aprendizaje y buscamos que este sea provechoso para los alumnos, podemos hacer algunas mejoras a lo que acostumbramos normalmente como un receso. Podríamos por ejemplo, agregar objetos que los alumnos puedan usar para alimentar su convivencia y su imaginación, desde aros de plástico, cuerdas o pelotas, objetos que normalmente quedan resguardados, lejos del alcance de los alumnos en momentos como el receso, para darles la oportunidad de usarlos libremente, de acuerdo a sus necesidades o ideas.
También podemos propiciar la convivencia y procurar que todos los alumnos tengan la oportunidad de participar en las actividades si nos involucramos un poco, empujando a unos a entrar en las dinámicas y analizando lo que se da en el patio de recreo, esto podría incluir la posibilidad de que incluso los docentes tomen un papel más activo que el de simple monitoreo. Esto claro, sin limitar sus actividades personales.
Se ha visto que las pausas activas dentro de los salones de clase pueden beneficiar mucho a los alumnos y ayudarlos a concentrarse mejor, así como tener oportunidades de aprendizaje que no conlleven estrés o la presión de un ambiente demasiado controlado. Quizá podríamos retomar algunos de los beneficios de los recesos del patio en el salón de clases, propiciando juegos sociales y el uso del cuerpo para pausas activas. Esto dará como resultado aulas más ruidosas, pero quizá es lo que necesitamos para que los aprendizajes sean realmente más profundos.
Como docente, ¿tú prefieres que tus alumnos tengan oportunidad de jugar y ser desordenados o buscas un ambiente callado y disciplinado? Comparte con nosotros tus experiencias.