Escribir es un ejercicio muy útil para muchas cosas, tanto para docentes como para alumnos, pues nos ayuda a estimular la memoria, a reflexionar y a adquirir conocimiento de forma crítica, ya que para transformar algo que hemos leído o escuchado en una clase y llevarlo a un texto existe un proceso de comprensión y “traducción de la información”.
Por otro lado, en el caso de la regulación emocional nos ayuda a poner en palabras emociones complicadas, sentimientos encontrados o reacciones que a lo mejor, en un principio, no comprendíamos al 100%.
Agregar ejercicios de escritura en nuestro salón de clases puede ser una estrategia para motivar a los alumnos a repasar, estudiar y practicar sus habilidades de escritura, las cuales requerirán mucho más conforme avancen en su vida académica.
Sin importar la asignatura que tengamos ni el nivel en el que impartamos clases es posible impulsar las habilidades de escritura (e incluso de lectura) en nuestros alumnos. Para materias como matemáticas o ciencia puede ser útil dejar tareas de escritura, ejercicios en los que los alumnos tengan que poner en sus propias palabras los procesos, métodos y resultados de sus ejercicios. Lo cual les ayudará a tenerlos más claros al hacer concretos procedimientos que parecen abstractos.
Estas tareas pueden parecernos una adición a la carga de trabajo, pues estos ejercicios más tarde tendremos que calificarlos, leer páginas y páginas, corregir ortografía, redacción, procesos. Pero esto no necesariamente tiene que convertirse en una pesada carga.
Una de esas estrategias será además de mucha utilidad para los propios alumnos y se trata de que los propios alumnos revisen y compartan sus textos para recibir retroalimentación de sus pares. Estos ejercicios los podemos revisar durante la clase, elegir en cada sesión alumnos distintos y propiciar el crecimiento de estas habilidades.
Para ello debemos dejar muy claro que sí es y que no crítica constructiva. Podemos por ejemplo, evitar el uso de adjetivos como “malo” o de apreciaciones como “no me gusta” y guiarlos para que hagan observaciones a la estructura, la información dada, las palabras usadas.
Si bien podemos utilizar una escritura académica para incentivar el aprendizaje, también podemos aprovechar la escritura para muchas otras cosas. La regulación emocional es una de ellas, tener sesiones de escritura de diarios, cartas, historias y otras sugerencias de temas son herramientas que ayudarán a los estudiantes a explorar su imaginación, sus emociones, su visión del mundo y a desarrollar un pensamiento más crítico.
Hacer una sesión semanal y dedicar un tiempo a que los estudiantes escriban un diario, un cuento o una carta les ayudará a desarrollar fluidez, perder el miedo a la escritura, identificar sus retos e incluso los hará sentir mejor en momentos difíciles.
En el aspecto académico podemos dejar algunos deberes cortos sobre el tema visto en clase, breves, pero constantes, con los que ejerciten su memoria y los incentivemos a estudiar por su cuenta, más allá de la memorización.
¿En tu clase motivas la escritura creativa o académica? ¿Qué ejercicios prácticas con tus alumnos? ¡Comparte ideas con nosotros!