Se busca un Maestro, una Maestra de juventud eterna y de virtudes hechas en la profusa mar de la experiencia. Se busca una esperanza, se busca una sonrisa, una mirada nueva.
Se busca un Maestro que transforme su mente para cambiar al mundo y ayudar a la gente. Que sienta en sus venas la pasión de enseñar, la humildad de aprender cada materia. Que sepa caer y levantarse de nuevo. Que sepa ser y crecer en la fuente total de sus amaneceres. Que recuerde la profunda convicción de su digna misión, el fulgor puro de su vocación y de su permanente estrella.
Una Maestra que marque con su sonrisa las mañanas y los días de las almas nuevas que viven en las escuelas, para llenarlas de razones humanas, de luchas del espíritu y de tiernas quimeras.
Un Maestro que tome a la creatividad por asalto. Que sienta la responsabilidad como parte sustancial de su persona. Que goce el sano vibrar de las aulas como su propia respiración y como su insistente palpitar de corazón sincero. Que recuerde sus orígenes, que despierte de nuevo a la soberana inmensidad de su tarea, que se sume a la esperanza de formar una patria nueva, una nueva comunidad y una nueva escuela.
Un Maestro que se transforme para transformar las aulas, las conciencias y las vidas de tantas vidas jóvenes.
Una Maestra que se transforme desde lo más hondo, que nos ofrezca cascadas de sabiduría en las clase de hoy y en la lección que dura para siempre. Que nos recuerde que siempre se ha educado al ser humano para transformar, pues ese es el secreto de esta profesión y de cada escuela. Que se ponga de nuevo la estafeta en la mano, que culmine la carrera de sus sueños y de sus panaceas.
Que demuestre con su frente en alto y su puño vigente que el ser Maestro es una forma de ser y que su Ser es la gente. Que tenga pacto de éxito con el futuro y con el instante vivo de cada sol naciente. Que el pasado le sirva para valorar su presente.
Que acepte que es apóstol de la verdad y de la digna bandera de su labor silente por saberes de paz, de armonía, de amor, inexorablemente. Que escuche y atienda el justo llamado de quienes lo necesitan con urgencia y con voz atingente a la fe y a la confianza en la humana vertiente.
Que entienda que los padres de familia, los dirigentes, los que gobiernan, los que plantan los árboles y ponen los ladrillos en nuestros edificios o en nuestras intenciones, son aliados, amigos de la educación, de nuestra honesta y solidaria simiente.
Se busca a la Maestra y al Maestro, para darles la mano, mostrar el respeto que merecen por hacer de la educación su fortaleza y su sino, su frente de batalla y su triunfal camino.
No tendremos dificultades en esta búsqueda, porque en nuestra tierra abundan los Maestros y las Maestras que asumen su liderazgo existencial por cada día que la vida les regala.
Señoras y Señores, en esta tierra total, de cactus, de desiertos, de valles, de mares y montañas, sí hay Maestras y Maestros, por eso, expresamos un alegre homenaje y un respetuoso reconocimiento. Gracias les decimos, hoy y siempre, a nuestras Maestras y Maestros, de parte de la gran patria, de nuestra educación correcta, de nuestro gran México.