Somos maestros, no robots, y sí, a veces nos ocurren cosas que salen de nuestro control, pero que nos dejan un poco avergonzados, no porque hayamos hecho algo malo, pero sí porque no esperábamos la respuesta que obtuvimos. ¿Te ha pasado algo de esto en el salón de clases? ¿O fuera de la escuela?
La falla en el guardarropa
Cuando durante el día anduviste con papel higiénico pegado en el zapato, una mancha enorme de tierra en la parte trasera del pantalón, la falda enrollada o el zapato roto desde la primera hora de la mañana y de pronto te das cuenta, una vez que llegas a casa o hasta que algún alumno o maestro tienen la gentileza de hacerlo notar. ¿En serio estuve así el día entero?
Cuando le preguntas a un niño sobre su familia
Esto ocurre, especialmente, a principio de año escolar, cuando aún no los conoces bien y resulta que su familiar acaba de fallecer, ha tenido problemas en casa recientemente o sus papás se acaban de divorciar y tu inocente ejemplo, pregunta o idea acaba en una confesión tensa a la mitad de una clase. Después tendrás que hablaro con él o con sus papás, pero en ese momento ¿cómo manejarlo?
Cuando estás en tus primeros años como docente
Y quienes se encargan de la puerta, el personal administrativo, los prefectos y hasta otros maestros te confunden con un estudiante, así que constantemente te piden que regreses al salón, no te dejan entrar y tienes que sacar tu credencial para comprobar que eres docente. ¡Gracias por el cumplido!
La fama del maestro
Cuando llega el fin de semana te relajas, toda esa presión de ser un modelo a seguir para tus alumnos, la seriedad y la disciplina se relaja un poco, así que te pones ropa más cómoda, decides no peinarte y quizá salgas a la calle confiado, pero todo maestro sabe que es susceptible de encontrarse con alumnos, exalumnos o padres de familia en los sitios más extraños. Así que ese domingo que te pusiste ropa deportiva y no te bañaste, podría ser el día que encuentres a tus estudiantes, con toda la familia, en el centro comercial.
Olvidar tu material en casa
Llevas varias semanas planeando una actividad muy importante con tus alumnos, ellos mismos están emocionados de ver algún tema, de ver algún video que prepararon o de comenzar esa dinámica en la que participarán todos, el único problema es que justamente el día que todos esperan, dejas el material que llevas tantos meses preparando en la mesa de tu casa antes de salir. ¿Es en serio?
La pregunta incómoda
¿Es casada? ¿Cuántos hijos tiene? Si eres casada o casado, inmediatamente tus alumnos responderán con un “uuuuuuh”, para provocarte por lo menos unas mejillas sonrosadas, y si no lo eres entonces vendrá el clásico ¿Por qué? Y cómo le explicas a tus alumnos que las relaciones son complicadas y que no, no todas las personas a tu edad están casadas. Ni tienen hijos.
¿Ya calificó los exámenes?
Una de las preocupaciones que acosan a los alumnos y por ende a los maestros son los millones de exámenes, tareas o ejercicios que llevas a casa para calificarlos, papeles que no están exentos de accidentes. Por más cuidadoso y responsable que seas, alguna vez un montón de exámenes terminaron manchados de café, mojados por la lluvia o simplemente traspapelados entre la marea de tareas. Profe, ¿ya calificó esa tarea? No y tal vez no vamos a contar ese ejercicio para las calificaciones.
¿Has pasado por alguno de estos momentos?