Ser maestro es una gran labor, llena de satisfacciones y grandes momentos, ver a los niños cambiar de grado, aprender, superarse… Sin embargo nada es lo que parece y aunque ser maestro es genial, hay momentos en los que te preguntas “¿Por qué a mi?”.
Si eres maestro, seguro te ha tocado alguna de estas situaciones.
Adivina mi desayuno:
Nunca falta el niño que amanece con algún desorden estomacal, pero el papá no lo puede dejar en casa, sin avisarle a nadie del problema lo lleva a la escuela o el propio angelito se guarda su secreto. Durante el transcurso de la clase el alumno(a) levanta la mano o se acerca al escritorio del docente, quien, para su mala suerte, niega o pospone este permiso durante cierto tiempo y nada, el desayuno aparece frente a nosotros sin previo aviso. ¿Por qué al maestro?
Dando vida a El libro de la selva:
Ah, la calma de un salón de clases, los niños que estudian en silencio, sí, claro. Siempre existe un alumno en clase que le encanta explorar su lado más salvaje o tiene dotes de Indiana Jones y acostumbra trepar pupitres, muy a pesar de las negativas de su profesor en turno, es entonces cuando la liana imaginaria se rompe y el pequeño pone a prueba las leyes de la gravedad. ¡Por favor que no se lastime!
“Por disposición de las autoridades”:
No todo está en los alumnos, los niños son niños, a veces todo va bien hasta que llega esta frase a tu vida laboral, lo tenías todo planeado, llevabas un buen ritmo con todo y nada, por mandato de “seres supremos” deben entregarse antes de tiempo las calificaciones, debido a ajustes inexplicables en los calendarios de actividades. ¿Es en serio?
Los pendientes padres:
Sí, los alumnos tienen lo suyo, pero ¡los papás! Esta situación es común durante la entrega de calificaciones, cuando las madres o padres de los alumnos que notan su andar por la Calle de la Amargura esquina con la Tristeza, se acercan a los respectivos titulares de clase para cuestionarlos, con honesto interés, sobre el rezago de su hijo y ver la forma de apoyarlos desde casa para que mejoren sus notas, pero nunca faltan los que siguen sin entender que el éxito o fracaso del alumno depende de tres agentes: alumnos, docentes y padres. ¡Hagan su chamba!
Entre festejos y sufrimiento:
¡Qué padre, día festivo! Sí, pero les toca a los profesores armar el regalito o ceder tiempo para los ensayos de los respectivos bailables, poesías corales, tablas gimnásticas, etc. Imposible alcanzar a ver todo el contenido así.
¿Crítica constructiva o destructiva?
Sucede cuando los profesores son sometidos a una evaluación pedagógica de sus clases. En este proceso se les solicita a los docentes que presenten la planeación respecto a un tema en concreto y den una clase muestra. Hasta ahí estamos bien, pero ¿qué pasa si la evaluación sucede justo antes del recreo o sencillamente no toman en cuenta al grupo y sus dinámicas? O ¡el colmo! los evaluadores no han dado una sola clase en años. Sería bueno que, para corregir los errores, los jueces den una clase en igualdad de condiciones, para saber cómo hacerle.
Un mundo de pretextos:
Llegaron tarde… otra vez. Continuamente los alumnos llegan tarde a la escuela, además alegan tráfico, falta de transporte, manifestaciones, fallas automotrices, etc. Sí, la ciudad es un caos, pero ¿todos los días? Obviamente los niños no son culpables,la obligación de llevarlos puntuales a su escuela es de sus padres, pero se vuelve un problema ya que aprenden a mentir o justificarse. Hay que recordarles, a los papás, que la puntualidad es signo de respeto y necesaria para no perder oportunidades en la vida, citas, vuelos, etc. ¿Por qué son así?