Tú y: personas han leído esto.
La escuela es uno de los lugares más importantes para nuestro desarrollo, en ella pasamos gran parte de la infancia y la adolescencia, además de la formación académica, nos brinda un espacio para desarrollarnos como personas, socializar con nuestros pares y nos incluye en una comunidad sólida que nos respalda como seres humanos. Por ello es tan importante que la escuela no sea solamente un espacio físico, que el aprendizaje no sea solamente en términos académicos y que los alumnos no sean solamente eso. Al final del día la escuela es el lugar en donde nos formamos, en donde aprendemos de nosotros mismos y desarrollamos habilidades necesarias para el resto de nuestra vida.
Entre esas capacidades primordiales está la autonomía, el ser capaces de resolver problemas y tomar decisiones por nosotros mismos, al mismo tiempo que adquirimos conciencia de la colectividad, de las estructuras que nos rodean y cómo se relacionan nuestros deseos, expectativas con respecto a la vida en sociedad, el contexto en el que vivimos y las relaciones que tenemos con las demás personas.
En principio, pensar en estudiantes más autónomos e independientes puede parecer el sacrificio del orden o el control, pues no todo son decisiones libres individuales, especialmente cuando nos encontramos en un sistema definido que en ocasiones no tiene tiempo para esperar ni es flexible con las expectativas. Sin embargo, es muy importante que los alumnos fortalezcan esta capacidad desde la escuela, pues al enfrentar el mundo fuera de las paredes del colegio será difícil adaptarse a un mundo impredecible y complejo.
Sin importar cuán democráticos sean nuestros salones de clase es prácticamente imposible pensar que un grupo podrá elegir libremente todo el tiempo, al final del día nos encontramos en una sociedad que depende de sus estructuras para funcionar. Sin embargo esto tampoco implica que el control deba ser total, condicionar a los estudiantes a través de reglas demasiado estrictas, sistemas de castigo y recompensa y decisiones previamente tomadas para todos los aspectos de su vida escolar puede provocar falta de motivación, pérdida del porqué de la propia escuela, desafíos a la autoridad, así como estudiantes inseguros, ansiosos y limitados, especialmente una vez que abandonan la escuela.
La clave está en el punto medio. En nuestra aula podemos incentivar a los estudiantes a que tomen sus propias decisiones a través de sistemas de opciones, construir reglamentos en conjunto en donde se analicen los porqués de las reglas y sean ellos mismos quienes decidan, a través de la observación, la reflexión y la empatía, las consecuencias de romper estas reglas, dentro de un marco de referencia. Permitirles que elijan sus tareas, pero a partir de las opciones que les presentamos, previamente explicadas. Hacerlos partícipes de la dinámica al interior de sus salones de clases los hará más participativos, los motivará a estar al día, a escuchar a otros, les hará sentir que son miembros importantes de su comunidad y no solamente objeto de las decisiones de otras personas.
Aprender el porqué de las cosas suele traer comprensión y compromiso, en este contexto ninguna regla es arbitraria, todas las tareas y ejercicios responden a una razón de ser e incluso los temarios que se ven en la materia se relacionan mejor con otros contextos y con la realidad que nos rodea. Permitirles los cuestionamientos y abrir espacios de debate en donde expresen sus opiniones, dudas y certezas hará más fuerte el sentimiento de pertenencia, la empatía y los hará partícipes de su propia vida, de su propio aprendizaje.
¿Crees que las escuelas ayudan a sus estudiantes a ser más autónomos? ¿Cómo crees que podrías incentivar esto entre tus alumnos? ¡Comparte con nosotros tus ideas!