Dar clases es una responsabilidad de muchas aristas, por un lado está la educación de nuestros pupilos y la obligación de transmitir conocimientos para su aprendizaje, crear actividades, evaluaciones y tareas, pero por otro lado está la responsabilidad de tratar diariamente con jóvenes y niños que tienen una vida personal, un contexto y emociones distintas.
La escuela es una primera comunidad, en donde los pequeños aprenden a relacionarse con otros y también en dónde trasladan sus problemas personales, inevitablemente su contexto se ve reflejado en las actitudes que tienen con sus compañeros, en su desempeño académico e incluso en su comportamiento con los maestros.
Por ello, apoyarlos cuando pasan un momento difícil puede ser clave para el desarrollo de nuestras clases, pues ya es conocida la profunda relación que existe entre el aprendizaje y las emociones.
Claro que involucrarnos con la vida personal de los estudiantes no es siempre la mejor opción, podríamos traspasar límites tanto para ellos como para los padres o nosotros mismos, mientras que corremos el riesgo de vernos inmersos en una situación compleja que podría afectarnos más de lo necesario.
Para realmente apoyar a un estudiante es fundamental que cuidemos de nosotros mismos, darnos un espacio para relajarnos y para cultivar resiliencia es muy importante, solo así podremos dar a nuestros alumnos toda la atención que necesitan. Escúchate y da a tu cuerpo y mente lo necesario para estar bien antes de ayudar a los otros.
A veces, cuando un alumno se acerca a nosotros en busca de apoyo buscamos palabras para aconsejarlo o recomendaciones sobre lo que debe hacer. Sin embargo muchos estudiantes acuden a sus profesores en busca de un oído que pueda escucharlos.
Para ayudar a nuestros alumnos es esencial que nos permitamos escucharlo, sin hacerlo sentir juzgado ni presionado para que actúe de una u otra forma. Siéntante y escúchalo, piensa en sus emociones y en lo que pasa por su mente.
Construir un sentimiento de comunidad entre nuestros alumnos es indispensable para que sepan que pueden contar con nosotros y que existe un espacio en el que están seguros.
No es algo fácil, pero se trata de dar siempre la oportunidad a todos los niños de expresarse y enseñarles a escuchar a otros, en medio de un ambiente de cordialidad, donde no son juzgados. El trabajo en equipo, la colaboración, escuchar a todos y la flexibilidad son importantes. Puedes comenzar con crear un reglamento en el que ellos mismos participen, así se sentirán que ese lugar les pertenece.
Aún si los alumnos no se acercan directamente a buscar apoyo, nosotros podemos crear espacios para que ellos expresen sus emociones de forma sana y abierta, entre las clases podemos incluir actividades que les permitan reflexionar sobre sus emociones o experiencias, a través de tareas creativas de escritura o incluso dibujo.
También leer con ellos historias donde los personajes atraviesen diversas situaciones servirá para que los estudiantes reflejen sus experiencias, se sientan comprendidos, acompañados e incluso puedan aprender algo sobre lo que les ocurre.
No siempre podemos acompañar a nuestros alumnos durante las etapas complicadas, pero podemos crear un espacio a su alrededor donde se sientan escuchados y seguros.
¿Has tenido alguna experiencia así? ¿Cómo lo trabjaste con tus estudiantes?