En las últimas décadas han surgido diferentes aproximaciones a la educación, desde nuevas metodologías, estrategias para el salón de clase, hasta prácticas basadas en la neurología, que han lanzado luz al desarrollo de los pequeños vistos desde dentro.
Con base en esos datos científicos, han llegado al salón de clases prácticas diversas, que buscan mejorar la experiencia de los alumnos, aumentar su atención y potenciar el aprendizaje: asientos flexibles, ludificación del aula, aprendizaje por proyectos, son todas aproximaciones a la educación que tienen como objetivo mejorar la experiencia del estudiante con base en el funcionamiento del cerebro.
Entre esas nuevas tendencias está la práctica de las pausas cerebrales, momentos dentro del salón de clase en los que los alumnos detienen su tarea y cambian a una actividad diferente, preferentemente física, que les permite recobrar el aliento para seguir con el aprendizaje. En distintos estudios se ha visto que este tipo de pausas ayudan a los niños a maximizar su concentración, liberar la creatividad y mejorar la comprensión.
Se trata de ejercicios simples como secuencias de movimiento o pequeños juegos como “Simón dice” que se realizan entre actividades para que el cerebro pueda descansar antes de volver a una tarea. Estirar los músculos o bailar una canción son también útiles, pues se ha comprobado que la actividad física es muy importante.
La cuestión con estos ejercicios es que pueden parecer momentos de distracción que hacen que los alumnos se dispersen y sea más difícil para ellos mantenerse atentos, tanto a la clase como a las actividades, sin embargo todo está en el método que se utiliza para introducirlos en la clase, así como conocer a nuestros alumnos y dirigirlos durante estas pausas.
Entre más jóvenes el tiempo de atención de nuestros alumnos es menor, por lo que los niños más pequeños, en preescolar, necesitan pausas cada diez o quince minutos, mientras que los mayores, de bachillerato, quizá cada hora. Depende un poco de la maduración y el desarrollo de los alumnos, lo ideal sería no dejar pasar más de una hora sin hacer alguna pausa para nuestros alumnos, especialmente si son clases muy largas.
Llevarlos al salón de clases puede parecer caótico, pues finalmente se trata de interrumpir la actividad de los alumnos cada determinado tiempo, por ello es importante que al introducirlos en nuestro grupo comencemos poco a poco y expliquemos a los estudiantes porque se agregan estos momentos al salón de clases y porque es importante llevarlos a cabo, esto ayudará a que todos se tomen en serio esos ejercicios y reducirá el caos que pudiera provocarse en la clase.
Si notas que tus alumnos están especialmente distraidos o irritables puedes ayudarlos con una actividad aunque no la tengas programada, al mismo tiempo, si una actividad que tenías programada al poco tiempo da buenos resultados puedes interrumpirla. Sigue el ritmo de tus alumnos.
Puedes ser tan creativo como gustes con estas pausas, desde pequeñas secuencias de movimeintos, juegos de mímica, estiramientos musculares, juegos breves de mesa, etc. Recuerda que estas pausas deben ser interesantes y no académicas, aunque puedes aprovechar para repasar algunos contenidos, por ejemplo, algunas sumas rápidas sencillas o juegos de palabras.